Se nos fue el Maestro

Me van a perdonar los que me leen desde America Latina. Me perdonarán los que me leen desde la península; incluso los de otras islas que no sean Tenerife. Me vais a perdonar hasta los chicharreros a los que no os gusta el Carnaval. No lo vais a entender, pero...

Se ha ido el Maestro.



Nombrar a Enrique González Betancourt es nombrar a uno de los padres del Carnaval tinerfeño. Quizás no el único, pero desde luego sí el más representativo. Porque ha estado ahí al pie del cañon desde que fuera uno de los miembros fundadores de la afilarmónica Los Bigotudos allá por 1951. Porque él y su Ni-Fu Ni-Fá decidieron salir a la calle a pesar del veto franquista a la fiesta, después de cansarse de estar años en la sombra. Porque con sus propias manos fabricó las primeras sardinas que fueran lloradas por miles de viudas.
Porque hasta el último año de su vida, ha estado subido al escenario.

Pero sobre todo, porque cuando todos los que hoy creemos que amamos el Carnaval y lo disfrutamos en las calles no estábamos ni siquiera pensados, Enrique ya estaba disfrazado de payaso...



Que suene bien fuerte el Cubanito, que yo hoy he llorado por ti, aún sin haberte conocido.

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